Boris Vian, Vercoquin y el plancton

Cuando uno ha pasado su juventud recogiendo puchos en Deux-Magots, lavando copas en una trastienda sombría y grasienta, cubriéndose, en invierno, con diarios viejos para calentarse, en el banco helado que sirve a la vez de dormitorio, de vivienda y de cama, cuando a uno lo llevaron a la comisaría dos gendarmes por haber robado un pan en la panadería (no sabiendo aún que es más fácil robarlo de la bolsa de la matrona que vuelve del mercado), cuando uno ha vivido día a día trescientos sesenta y cinco veces y un cuarto por año, como el pájaro mosca en la rama del loto, en una palabra, cuando uno se ha alimentado con plancton, se tienen derechos como escritor realista, y la gente que lo lee piensa para sí misma: este hombre ha vivido lo que cuenta, ha sentido lo que pinta. Algunas veces piensan otras cosas, o absolutamente nada, pero no lo necesito para seguir...

más títulos...