Curso de Filosofía en seis horas y cuarto, Witold Gombrowicz


Publicado hace dos años en francés y ahora en castellano, el Curso de filosofía en seis horas y cuarto se reconstruye a partir de los apuntes que tomaron en clase Rita y De Roux, y que Gombrowicz no alcanzó a corregir. De allí algunas lagunas o frases incompletas que acaban por arrojar un Gombrowicz en carne viva y pensamiento puro, desprovisto nada menos que de su "forma".
El interés de Gombrowicz por la filosofía puede rastrearse en los cursos sobre Heidegger que ofreció en Buenos Aires, en 1959, y, antes aún, en sus lecturas juveniles de Husserl y su muy apreciado Schopenhauer, del que rescata, sobre todo, la teoría artística del juego de fuerzas. "¿Por qué nos encanta la fachada de una catedral mientras que un simple muro no nos interesa?", indaga Gombrowicz. Porque la "voluntad de vivir de la materia" se expresa en la lucha entre "la pesadez y la resistencia".
Para Gombrowicz la filosofía tiene "el valor supremo de organizar el mundo en una visión". Y como la filosofía "no debe ser intelectual sino algo que arranque de nuestra sensibilidad", su entusiasmo por Schopenhauer sin duda obedece a que las ideas de éste abrieron, en su tiempo, las puertas a la filosofía existencial. "Por primera vez", dice Gombrowicz, "la filosofía toca la vida". Y si hay una profunda diferencia entre la filosofía clásica y la existencia, entiende, es la oposición (otra vez el juego de fuerzas) entre lo concreto y lo abstracto. Lo abstracto, que en el mundo de Gombrowicz es la "forma" o lo inauténtico, versus lo concreto que es la "inmadurez", lo vivo.

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